Blogia
LOS INVERECUNDOS DE CHILE

Casos

INVERECUNDOS AGENTES DE LA DINA EN LIBERTAD

NOTA DE MÁXIMO KINAST: Los Ministros de la Corte de Apelaciones que dejan en libertad a esta carroña son encubridores inverecundos de los asesinos de la DINA

Martes 2 de octubre de 2007
Por Jorge Escalante / La Nación

Decisión de la Corte de Apelaciones causó estupor en familiares de víctimas
Libres agentes DINA que quemaron con soplete a dirigentes comunistas

En una decisión considerada “sospechosa” por la AFDD debido a una circunstancial integración de la Quinta Sala, ésta dejó libres a 13 ex agentes de la Brigada Lautaro, entre ellos los dos “sopleteros” del cuartel Simón Bolívar. Todos siguen procesados.


La Quinta Sala de la Corte de Apelaciones en una decisión duramente criticada por la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), otorgó la libertad provisional a los ex agentes de la Brigada Lautaro de la DINA encargados en el cuartel Simón Bolívar de quemar con un soplete los rostros y huellas dactilares de los dirigentes clandestinos del Partido Comunista, luego de que fueran asesinados.

La decisión adoptada el viernes pasado por esa sala produjo el "estupor" de la directiva de la AFDD, y especialmente de su secretaria ejecutiva Viviana Díaz, cuyo padre, el secretario general clandestino en ejercicio Víctor Díaz, fue una de esas víctimas.

La Quinta Sala en una conformación circunstancial que a la AFDD le pareció "sospechosa" sobre todo por la designación exclusivamente para esa instalación del abogado integrante Emilio Pfeffer, a quien esta agrupación y abogados de derechos humanos identifican con "la derecha más reaccionaria y militarista", concedió la libertad provisional a los suboficiales (R) Jorge Pichunmán Curiqueo y Claudio Pacheco Fernández, conocidos como "los sopleteros" de Simón Bolívar.

Además, por dos votos contra uno (el otro voto por la libertad fue el del presidente de la sala, ministro Lamberto Cisternas, mientras el ministro Mauricio Silva se opuso) también quedaron en libertad otros once ex agentes de esa brigada.

Varias de las libertades, entre ellas las de Pichunmán y Pacheco, habían sido denegadas por el ministro Víctor Montiglio que indaga las muertes de los dirigentes comunistas en el proceso por calle Conferencia.

Entre quienes también fueron favorecidos con el beneficio de la libertad, aún cuando siguen procesados, figuran los ex agentes Emilio Troncoso Vivallos, el estrangulador de Marta Ugarte, y Heriberto Acevedo, destacados como algunos de los más crueles represores bajo la conducción de los oficiales Germán Barriga (suicidado) y Ricardo Lawrence.

El abogado del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, Boris Paredes, así como el abogado querellante por el CDE, Daniel Martorel, aún cuando expresaron que "no podemos sino respetar los fallos", hicieron ver ayer a los magistrados de la Quinta Sala en un nuevo alegato vinculado a la causa, lo que consideraron un error cometido el viernes.

"Esto violenta la conciencia jurídica de cualquier ciudadano, porque si todos estos señores que están procesados por los crímenes más graves no son un peligro para la sociedad, entonces ¿quiénes lo son?", declaró el abogado Paredes a La Nación.

Son varios los ex agentes que declaran en que Pichunmán y Pacheco quemaron el rostro y huellas dactilares de los prisioneros recién muertos para dificultar su identificación, a pesar de que sus cuerpos serían arrojados al mar.

Entre quienes se sabe que sufrieron esta desfiguración, están Víctor Díaz, Reinalda Pereira y Horacio Cepeda Marinkovic. Sin embargo, era la forma de operar con todos quienes fueron exterminados en el cuartel Simón Bolívar. LN


Libertad denegada

Ayer con una conformación diferente, la Quinta Sala rechazó por tres votos a cero la libertad provisional de la llamada “El Ángel del Cianuro”, la teniente (R) de Ejército y ex agente jefa de las mujeres de la Brigada Lautaro, Gladys Calderón Carreño. Era la encargada de acelerar la muerte de los prisioneros inyectándoles cianuro.

A favor de la libertad alegó su abogado Juan Carlos Manns, quien pidió “el perdón de los familiares aquí presentes por estos hechos tan infamantes”.Oponiéndose al beneficio lo hicieron Boris Paredes y Daniel Martorel.

La sala estuvo integrada por los ministros Mauricio Silva, presidente, y Amanda Valdovinos, y el abogado integrante Patricio González.

EL MIRISTA Y EL GENERAL

Sobre la huida del represor Iturriaga Neumann


Ignacio Vidaurrázaga Manríquez
Rebelión
www.rebelion.org/noticia.php?id=52688

 

“A los 119 detenidos desaparecidos”

Sin poder nunca despedirse, huye acorralado. Tiene olfato para prever lo que le ocurrirá si cae en manos de la DINA. Porque cada nuevo día, significa contar las horas de sobrevivencia que le quedan. Esto no puede ser eterno. Son tantas y tan frecuentes las caídas, los puntos de contactos no cubiertos, mientras “el poroteo” recuerda la fragilidad humana ante la tortura. Las camionetas C-10 peinan Santiago, tragando hombres y mujeres con destinos inciertos. Así comienza a construirse esa monstruosidad futura: los detenidos desaparecidos.

Era muy difícil en ese tiempo, sustraerse a una sensación de desanimo y derrota, y también de inercia en lo cotidiano. Quizás, todo quedaba encubierto por la imposibilidad de hacer otra cosa que no fuera sobrevivir, pasar cada día, girar en redondo viéndose con otros en frágiles redes, con muy escasa información e ínfimos recursos de infra.

La fortaleza o lo que quedaba estaba construida de una inusual mezcla de convicción acrecentada ante el terror y el miedo. En esos tiempos se estrujaban recuerdos hermosos, luego de gritar a los cuatro vientos el pueblo, conciencia y fusil…portando palos de coligues y enfundados en parkas y chaquetones azul marino. Recuerdos del tiempo en que fuimos jóvenes y soñamos ese futuro más justo, para esa patria de mierda que parecía mirar de soslayo la suerte de sus hijas e hijos más jugados, en ese tiempo crítico.

Ni pensar en futuros. Menos en despedidas. Tampoco en imaginar desde esos hermosos veintidós otra vida posible. Los sueños de América Latina y Cuba, con el Che redentor de pobres. Los sueños construidos en tanta asamblea de la Feses o reunión en el Aplicación, los recreados en el cine Bandera y sus ciclos, los acariciados en los trabajos voluntarios en los alrededores del río Itata o el barro de Huechuraba. Todos esos sueños que costarían tan caro, tan demasiado caro.

Porque esa búsqueda era con todo y el prófugo, clandestino o subversivo nunca tuvo derechos, a nada, a nada. Y ni pensar en quedar vivo y tener que vivir el día siguiente de la tortura, de enfrentar el acido balance de culpas y olvidos, de pasar a ser el resultado de las casualidades y destrezas de tus interrogadores contigo y tus compañeros. Tampoco, tenías derecho a imaginar una cárcel, estación inalcanzable ante esas brigadas de carniceros.

Dolía todo, de tan solo pensar en el titular de “La Segunda” a comienzos de la tarde. ¿A quien le tocaría esta vez? ¿Qué falso enfrentamiento buscarían encubrir? No podía imaginar siquiera que faltaban pocos meses para que ese titular de los 119, lo incluyese también a él en ese siniestro listado.

El “Sol Rojo” o Miguel ya no estaba y la ruleta de la repre se acentuaba, y todo dependía de las circunstancias para sortear al guatón Romo y al Barba, de que cayera este o aquella y que el teléfono conocido no lo soltaran, ni tampoco se acordaran de la casa de los viejos. Constituyéndose todo en una telaraña difícil de sortear, donde parecía casi ineludible que a ti también te agarrarían. Porque, el no hay que asilarse hermano, sólo terminaría facilitando la cacería.

Porque lo sucedido al Baucha, advirtió muy tempranamente que detenido te perdías en un laberinto incierto. A veces, era mas simple que todo ocurriera rápido y aparecieras en un falso enfrentamiento, porque todo era preferible al relato fragmentado de cómo otros y otras te habían visto encuclillado y vendado, sucio y doliente en alguno de esos lugares secretos, hasta cuando ya no eras más y como vela te apagabas de todos. Para reaparecer años mas tarde convertido en foto de carné pegada en la pechera, escrito de recurso de amparo, ficha en la Vicaría o afiche de campaña y a partir de allí tu suerte se consolidaba y pasabas a ser esa extraña invención de ser un detenido desaparecido. O sea, algo así como quedar en el limbo del limbo, transformado en causa eterna y sirviendo para recordar a todos, y con porfía ser el testimonio que nada fue una pesadilla y que muy de verdad pasó lo que paso.

Si imaginaste alguna vez que con tus estudios de Agronomía podrías trabajar con los campesinos de un asentamiento, tras el objetivo de hacer producir tierra sin trabajar, todo eso ya había quedado tempranamente trunco.

Han pasado veintidós años y ahora estas de nuevo en los diarios con esas mismas fotos, y tus amigos y amigas se refieren a ti y recuerdan esos últimos momentos, en una extraña superposición de tiempos, de vidas, de memorias. También, sería impensable que tú te acuerdes de la Bea, tu polola de entonces. Quizás, como consuelo, los que testimonian y conduelen están más viejos, mientras, tú permaneces siempre joven y bello, desde esa condición eterna que el derecho busca atrapar en jurisprudencias.

Ahora, es la fuga de tu asesino, lo que te repone en la memoria, paradoja impensada en el plan de un bravucón y retirado general.

En tanto, ese general erre huye. Es un prófugo de la justicia. Lo persigue un comando que tiene responsable con nombre y apellido y que a rostro descubierto y por los diarios anuncia que lo detendrá, mientras da garantías que la operación será pacifica. Además, lo trata de señor, o sea, pese a todo no le quita derechos como ciudadano, persona y ser humano. Por sino fuera demasiado, su cazador se reúne con los familiares y les explica “la cacería”.

Días antes de pasar a la clandestinidad, el ahora general erre se ha despedido de familiares y de algunos amigos. Ha dado poder notarial a su hermano y se ha enterado por un semanario que en caso de ser detenido lo espera una cómoda cabaña que compartirá con un coronel erre descendiente de emigrantes rusos, todo ambientado entre limones y naranjos en la precordillera santiaguina. En un juego de opereta, deja un video que aporta a revelar que están allí, que se organizan y traman, que piensan exactamente igual y que todavía reivindican sus protagonismos en la “guerra sucia”, todo, mientras viven con jubilaciones del mismo Estado que los somete a proceso y enjuicia.

Lo que ocurrirá con el general erre, es absolutamente previsible de ser detenido, incluso desde ya conoce las condiciones del penal, sus horarios de visita y los rencores y distancias existentes entre sus exclusivos residentes.

También ha leído, escuchado y visto la solidaridad de sus camaradas de armas. De los políticos de la UDI que presurosos lo justifican y entienden. Ha recibido con simpatía las tímidas y cuidadosas declaraciones del “complicado” general Izurieta. ¿Complicado con que? Porque las complicaciones pareciera ser que continuaran para él, porque ahora deberá explicar antecedentes desconocidos guardados hasta hace muy pocos años en sus archivos institucionales, referidos a los chequeos en Buenos Aires al matrimonio Prats-Cuthert, antes de la operación que les costara la vida.

Es cierto, no podrá cruzar la frontera hacia Argentina. Tiene encargos internacionales desde España e Italia y su foto esta profusamente distribuida. Además, es muy posible que ahora con Zacarach detenido, su búsqueda se intensifique.

Recuerda su condición de comando, sus cursos, su trabajo de inteligencia, cuando tan tempranamente paso a integrar la DINA. Su participación en las operaciones en el extranjero, los intensos días de la Villa Grimaldi y la “Venda Sexy” donde se calentaba con mujeres vendadas y malolientes.

Ha decidido hacer un gesto, necesario para la causa de los suyos, hombres golpeados, divididos y desconcertados tras la muerte del Capitán General. Él sabe que hay quienes están dedicados a construir complicidades con los jueces investigadores a cambio de sustantivas rebajas de penas. Proceso imperceptible pero existente. Otros, confían aún en los pactos de secreto y lealtad. Cada vez son los menos, mientras muchos esperan hacerse viejos y que el paso del tiempo alivie sus groseras conciencias. Porque ahora cuesta tener trabajo o vivienda seguras con eso de los funadores activos. Incluso, ya hay casos de suicidio, legítimo recurso para sellar pactos de silencio y abreviar a sus familias sucesivos agravios.

Por todo eso, era necesario un gesto, su gesto. Hoy, no le resulta grato recordar ese tiempo en que como capitán le toco “el procedimiento” con ese mirista. Recuerda sus ojos de miedo y sus gritos mientras se enmierdaba amarrado en el somier y la taquicardia se lo llevaba de a poco.

Los diarios señalan que a él -general de la República- le cuesta dormir tranquilo. Como sino pudieran imaginar que desde hace veintidós años que le cuesta conciliar ensueño, y que al igual que muchos las pastillas y otros añadidos sirven a la hora de alejarse de todos esos fantasmas.

Aquí finaliza esta historia.

Ahora, retornamos de golpe a las tibiezas y complejidades de esta época.

¿Tendrá cabida en el próximo Museo de los Derechos Humanos y la Memoria la cobardía de este y otros generales?

¿Podrá estar en una vitrina la cuota variable de verdad y justicia conseguida en nuestra Democracia?

¿Cómo exhibiremos la pena o el dolor de saber que te matan de a poco y que nunca más veras a los tuyos, cuando la vida recién comienza?

¿Cómo reflejaremos “el honor militar” de estos hombres que cambiaron el fusil por una bolsa plástica y la granada lanzada de frente por el trozo de riel y corriente eléctrica?

¿Estarán en la biblioteca del próximo Museo todas las tesis universitarias que se acrecientan y desde diversas disciplinas se escriben sobre la dictadura, quizás lejana en la cotidianeidad del Chile actual?

¿Podremos exhibir y conocer las vidas de otros generales y militares que fueron inmolados antes de traicionar sus juramentos y convicciones?

¿Dónde encontraremos la historia de los sobrevivientes, eternas viudas y viudos de esta fragmentada historia?

¿Podrá al fin reconocerse que aquí hubo Resistencia y clandestinidad tan honrada en la Europa ocupada?

Este general prófugo, tiene hoy todas las garantías que el joven mirista nunca tuvo ayer. Seguro no arriesga ser un detenido desaparecido. Tampoco sus familiares estarán buscando responsables luego de veintidós años. Su cazador promete detenerlo pronto, sano y salvo. Que así pueda ser.


LA INVERECUNDA 'BRIGADA LAUTARO' DE LA DINA

La justicia descubre el enigma de la misteriosa “Lautaro”


La brigada más cruel de la DINA

La existencia de esta unidad de exterminio, que operaba en un cuartel de La Reina, fue un secreto bien guardado por casi 34 años y que recién hoy comienza a develar la investigación del juez Víctor Montiglio. Dueños de una brutalidad inusitada, fueron los agentes encargados de asesinar a la dirección clandestina del PC en 1976.



La Nación

Jorge Escalante

Fue uno de los mejores secretos guardados del dictador Augusto Pinochet y su hombre en la DINA, Manuel Contreras, tanto que no lo rompieron ni siquiera cuando comenzaron a odiarse. Un pacto de silencio mantenido por casi 34 años. ¿Cómo lograron los hombres y mujeres de la Brigada Lautaro que su misión de exterminio no se conociera sino hasta hace unas pocas semanas? ¿Cómo pudo ocultarse durante tanto tiempo la existencia de la unidad más numerosa de la DINA?

Poco más de un par de meses atrás, medio centenar de ex agentes de la Lautaro hacían sus últimas compras de Navidad y se preparaban para celebrar el Año Nuevo en familia. Cumplían sus labores diarias (algunos con tareas directivas en grandes compañías), visitaban los malls y volvían a casa con los suyos. Pero ninguno sabía lo que se venía encima, ni menos sospechaban que un sencillo ciudadano –a quien, para proteger su identidad, llamaremos “Café para Dos”–, había resuelto contar el horror que había vivido como agente de la represión: la existencia de una unidad especial dedicada a matar comunistas y preparar sus cadáveres para tirarlos al mar.

Poco a poco, con especial discreción, los hombres de la Brigada de Asuntos Especiales y Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones comenzaron las detenciones durante enero y febrero pasado. Todos fueron llamados a declarar. Todos, por cierto, negaron las acusaciones y alegaron inocencia. Varios, en tono amenazante, protestaron incluso por la “calumnia” que se levantaba en su contra. Pero eso duró algunos días. Pronto, algunos se fueron “ablandando” y empezaron a aportar más y más información al juez Víctor Montiglio.

Reconocieron, por ejemplo, cómo dirigentes y militantes clandestinos del PC habían sido llevados a un cuartel de calle Simón Bolívar 8630, en La Reina, para ser asesinados. Y cómo algunos de ellos estuvieron detenidos durante meses antes de su muerte. Fue el caso de Víctor Díaz, jefe del partido en la clandestinidad hasta mayo de 1976, cuando fue arrestado, y padre de la vicepresidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), Viviana Díaz.

Los otros comunistas

Los nuevos antecedentes indican que en dicho cuartel, de cuya existencia tampoco se tenían noticias, también fueron exterminados otros dirigentes comunistas. Si bien hasta ahora no hay certeza de sus nombres (debido a hermética forma de operar del juez Montiglio), las pistas apuntan a que corresponden a quienes integraron las direcciones clandestinas del PC de mayo y diciembre de 1976.

Entre ellos, Jorge Muñoz, el esposo de Gladys Marín; Fernando Ortiz, padre de Estela Ortiz; la directora de la Junji, y Waldo Pizarro, esposo de la fallecida dirigenta de la AFDD, Sola Sierra, y padre de su actual presidenta, Lorena Pizarro. Las declaraciones de los ex agentes también coinciden con las señas de Reinalda Pereira.

La investigación del juez Montiglio acerca del episodio conocido como Calle Conferencia no está concluida. Hasta donde se sabe, nadie salió de Simón Bolívar vivo para contarlo.

El comando de exterminio estaba integrado por infantes de Marina, agentes civiles de la Armada, la Fuerza Aérea y Carabineros –entre ellos varias mujeres–, oficiales y suboficiales del Ejército, y decenas de suboficiales de todas estas ramas. Al mando, el jefe de la seguridad de Manuel Contreras, Juan Morales Salgado, entonces con el grado de mayor de Ejército. Treinta y seis ilustres desconocidos, que hasta ahora nunca habían sido procesados, hoy están encausados o presos. Y la lista aumentará en los próximos días. Son los hombres y mujeres de la Brigada Lautaro, la más numerosa y a la vez la más desconocida de la DINA, y a la luz de lo que se sabe de la indagatoria, tal vez la que usó los métodos más crueles para asesinar.

Sumando a otros siete ex agentes que ya habían sido procesados entre los años 2000 y 2005, además del ex ministro de Interior e integrante de la Junta Militar César Benavides, también imputado, la causa de Calle Conferencia acumula hasta hoy 44 procesados, convirtiéndose en el juicio por violaciones a los derechos humanos que más reos tiene hasta ahora.

Curiosamente, y por esas argucias legales a las que suelen echar mano algunos ministros de corte nostálgicos de la dictadura, Manuel Contreras fue beneficiado con un tecnicismo jurídico conocido como “cosa juzgada” y quedó fuera del proceso.

Del sarín al cianuro

La forma de exterminio fue variada. Veamos el caso de Víctor Díaz: primero, los infantes de Marina Sergio Escalona Acuña y Bernardo Daza Navarro le amarraron una bolsa plástica en la cabeza para asfixiarlo, mientras una teniente de Ejército, Gladys Calderón Carreño, le inyectaba cianuro en las venas para acelerar su muerte.

Otros murieron bajo los efectos del gas sarín. Un hecho que se ignoraba, puesto que las víctimas de esta macabra técnica de la DINA se contaban, hasta ahora, con los dedos de una mano.

El mismo Michael Townley, responsable del laboratorio químico que el sindicato criminal de Contreras armó en 1976 en una casa de Lo Curro, estuvo en el cuartel de Simón Bolívar ensayando con sarín fabricado por el químico Eugenio Berríos; ahora se sabe, para también matar comunistas. Según confesó uno de los ex agentes al juez Montiglio, un día tuvieron que sacar de ahí a Townley “porque resultó afectado por el gas”.

Otros testimonios hablan asimismo de prisioneros asesinados a golpes o con refinadas formas de tortura. Las órdenes de exterminio emanaban directamente de Contreras, jefe operativo de la DINA, y eran transmitidas a Morales Salgado, entonces su leal subordinado y ahora uno de los que comenzó a aportar información del caso.

En la investigación hay antecedentes que, inequívocamente, permiten concluir que cada uno de estos crímenes fue perpetrado con el conocimiento y la anuencia de Augusto Pinochet. Fue el mismísimo dictador el que decidió la suerte de las víctimas de Simón Bolívar, convertido en un cuartel altamente selectivo.

Pinochet, señalan los testimonios, siempre estuvo interesado personalmente en el destino final de los líderes comunistas. Tanto así que, según relató el agente Ricardo Lawrence, visitó personalmente a Víctor Díaz cuando éste estuvo detenido en la Casa de Piedra en el Cajón del Maipo, antes de ser trasladado al cuartel de La Reina.

Del Puma al mar

Uno de los procesados es el ex comandante del Comando de Aviación del Ejército (CAE) coronel (R) Carlos Mardones Díaz. La razón, que recién ahora sale a la luz, es que los cargamentos con los cuerpos de los prisioneros asesinados que salieron del cuartel de Simón Bolívar tuvieron como su siguiente destino los helicópteros Puma del CAE, que solían operar desde los terrenos de campaña que el Ejército tenía en la zona de Peldehue, al norte de Santiago.

La “preparación” para este último viaje fue la misma que la DINA utilizó cada vez que hizo desaparecer los cadáveres. Los envolvieron con sacos paperos, les amarraron con alambre un trozo de riel al cuerpo, volvieron a ponerlos en sacos –que ataron con más alambre– y los transportaron en camionetas hasta el lugar donde esperaba el helicóptero. Éstos despegaban con su carga macabra, enfilaban hacia la costa de la V Región y se internaban mar adentro para soltar su carga. Así desaparecieron Díaz y el resto de sus compañeros.

Otro de los procesados es el ex piloto de los Puma brigadier (R) Antonio Palomo Contreras, uno de los que condujo los vuelos de la muerte. Soberbio y arrogante, Palomo era el piloto preferido de Pinochet y por largo tiempo condujo el Puma destinado a su uso personal. El 15 de septiembre, Palomo recibió de Pinochet la misión de trasladar en helicóptero al general Carlos Prats hasta la frontera con Argentina, cuando el recién instalado dictador mandó a su antecesor al exilio, antes de ordenar su muerte. También piloteó el Puma de la Caravana de la Muerte, al igual que Luis Felipe Polanco, otro de los procesados. LND